La gran oficina en la madrugada siempre mantenía algunas lámparas encendidas, esta albergaba al menos 12 cubículos todos modernos. Con computadoras, además de zona de reunión y conexión a internet.
Los vigilantes estaban reacios siempre a hacer la ronda en ese espacio de la empresa, “no me gusta mucho estar por allí”, decía uno de los centinelas. “Los susurros, además de murmullos se escuchan en esa sala”, decía uno de los hombres de seguridad.
Gerardo, uno de los vigilantes nuevos entró nuevo y destacó que el estaba inmune a eso. “No le temo a nadie y de esos aparecidos y espantos menos”. Esa noche entró a la gran oficina en la madrugada con la linterna en la mano.
Pero al dar el recorrido escuchó algo en su oído… “que es esto”, su corazón empezó a latir rápidamente. Cuando iba a paso apurado por el pasillo se asombró de que la puerta se cerrara. “Esto es una puerta batiente y se cierra”, salió del lugar sin problemas.
En el lobby de la empresa en la planta baja, ve que en la central estaban llamando de una de las oficinas. “Pero si no hay nadie quien puede llamar”, dijo. Se quedó en silencio y dejó el teléfono sonar.
La gran oficina
Otra de las noches… Gerardo entró sigilosamente y escuchó como si estuviesen escribiendo en el teclado. “Pero no hay nadie, ya las oficinas están solas”, pero aquella noche además de caminar escuchó como si alguien susurrara.
“Que extraño es esto”, los vigilantes decían… “yo he trabajado en muchas partes pero mejor me voy de aquí. Muy extraño esto”. De hecho, siempre la gerencia rotaba a los vigilantes. Era precisamente por lo que habían escuchado en aquella oficina.
Hoy por hoy la oficina sigue activa y con trabajadores en el día, pero en horas de la noche los vigilantes piensan varias veces hasta entrar en ella.
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