lunes, mayo 6, 2024
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Aberrante caso de La Dalia Negra: el cadáver más famoso del siglo XX

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IOTA Latino
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Elizabeth Short tenía 22 años y un solo deseo: convertirse una estrella. Fascinada con las películas y el glamour, luchaba por formar parte de un Hollywood que vivía sus años dorados.

De día era camarera. De noche, recorría hoteles de lujo, bares de moda y clubes nocturnos dejándose ver. Estaba convencida de que el golpe de suerte al fin llegaría. Y en eso andaba cuando el destino la cruzó con su asesino.

Su logro más notorio fue convertirse  en el cadáver más famoso del siglo XX.

El caso dejó al descubierto el costado más oscuro de la sociedad norteamericana de posguerra.

Fascinó a la prensa amarilla, reveló un sistema de corrupción del que nadie quedaba exento y generó un morbo pocas veces visto. Una historia de belleza, fama, ambición y muerte.

Un maniquí roto

El invierno se hacía sentir aquella mañana del 15 de enero de 1947. Eran las 8:40 de la mañana cuando Betty Bersinger caminaba junto a su pequeña hija por Leimert Park, un distrito del sur de Los Ángeles, cuando creyó haber encontrado un maniquí desarmado.

Pero no era una muñeca de plástico sacada de una vidriera. Era el cuerpo de Beth, como la llamaba su familia.

Un cuerpo que había sido cortado por la mitad a la perfección. Que no tenía una gota de sangre. Que estaba dispuesto de una manera inusualmente macabra.

Sus restos habían sido llevados hasta ese baldío y estaban acomodados de una forma en extremo extraña.

Los brazos doblados en ángulo hacían que sus manos quedaran por encima de la cabeza. Estaba golpeada, quemada con cigarrillos y la autopsia concluyó que había sido torturada durante al menos tres días.

Le habían extirpado el corazón, el bazo y los intestinos; su pezón izquierdo estaba mutilado y tenía el abdomen cortado por encima de la entrepierna.

El aparato genital estaba bloqueados por un trozo de ella misma. Sus piernas habían sido fracturadas por los golpes de un bate.

Su rostro, bello, estaba tajeado desde la comisura de los labios hasta las orejas. Un horrendo corte que se conoce como “la sonrisa de Glasgow” que le daba una apariencia siniestra.

El asesino había dejado pistas. La Policía halló una huella de zapato hundida en la tierra, marcas de neumáticos de un auto y una bolsa de cemento con restos de agua ensangrentada.

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¿Cómo llegó hasta allí? ¿Quién hizo esos cortes tan perfectos como espantosos? ¿Por qué fue ella la elegida? Preguntas que aún hoy, más de 75 años después, siguen sin repuesta.

Hubo varios sospechosos y más teorías, pero el asesinato de “La Dalia Negra” nunca se resolvió.

La llamaron así por el nombre de una película que hacía poco se había estrenado. Protagonizada por Verónica Lake, “La Dalia Azul” trataba sobre la desaparición y muerte de una joven.

La similitud entre su argumento y este hecho les dio la idea. La costumbre de Beth de vestirse de negro terminó de completarla.

¿Encontraron al asesino?

Para algunos, su muerte había sido el resultado de una cita violenta; para otros, parte de un juego de perversiones en el que ella no supo jugar.

Lo cierto es que pasaron más de cincuenta años y el interés por “La Dalia Negra” se fue diluyendo. Ninguna pista llegó a nada. Hasta que a poco de comenzar un nuevo siglo, algo apareció.

Era 1999, Steve Hodel, un detective de homicidios de Los Ángeles, estaba poniendo en orden algunos papeles de su padre, George Hodel, que recientemente había fallecido.

Entre los recuerdos, en un álbum personal, encontró dos fotos de Elizabeth. De inmediato inició una investigación en contra de su propio padre.

Luego de dedicarse a analizar la evidencia del caso, en 2003 publicó “Historia verdadera: el vengador de La Dalia Negra”. En el libro mostró los resultados de la minuciosa investigación y concluyó que él había sido el asesino.

George Hodel fue un cirujano famoso. Entre sus pacientes se encontraba lo más granado de Hollywood. Atendía a ricos y famosos. Y conocía todos sus secretos.

Había sido un niño prodigio con un coeficiente intelectual privilegiado. En 1936 se recibió de médico y llegó a tener su propia clínica.

La familia vivía Casa Sowden, una imponente mansión con un enorme sótano en el que mantenía largas fiestas sexuales.

En 1949, su hija de 14 años lo acusó de abuso sexual. En ese momento, tres testigos declararon que habían visto al padre teniendo sexo con la hija, pero no sirvió de nada. Los cargos fueron dejados de lado gracias a los contactos del médico.

Los resultados de las pesquisas de Steve Hodel fueron relevantes. La caligrafía de las cartas que habían recibido los periódicos y la de su padre eran similares.

Durante los días en los que ocurrió el asesinato de Beth, la familia estaba de vacaciones y George se había quedado solo.

En esa época, también, por unos trabajos que estaban realizando, había bolsas de cemento en la casa similares las que encontraron al lado del cadáver.

Otro dato que le llamó la atención fue que su padre manejaba un Packard Sedan negro del ’36, un vehículo similar al que algunos vecinos habían visto cerca del terreno en el que encontraron el cuerpo.

Además, el médico era un gran admirador del surrealismo y entre sus amigos se encontraba el pintor Man Ray con quien compartía su interés por el sadomasoquismo y la estética de lo macabro.

En este sentido, la horrenda posición en la que encontraron el cuerpo le recordó al investigador un cuadro del pintor: El minotauro.

Pero, ¿por qué la mató? Para Steve, fue un crimen pasional. Elizabeth y Hodel se había conocido en 1946. Él estaba fascinado con la belleza de la joven; y ella, con los favores de su nuevo amigo.

No era el hombre de su vida, lo sabía. No obstante, se dejaba ayudar económicamente y envolver en su mundo de lujo.

Él sabía que no era correspondido, pero aun así siempre la complacía. Tiempo después, parece que le propuso matrimonio y Short, sin querer herir sus sentimientos le dijo que lo pensaría.

Así, alimentó las esperanzas de un hombre que, cuando vio que no era aceptado, la mató por celos.

Como un rompecabezas infinito en el que algunas piezas encajan y otras no tanto, el caso se convirtió en uno de los enigmas más intrigantes de las últimas siete décadas. Inspiró libros, novelas, series y películas. Oficialmente, nunca se cerró.

Pero sí dejó al descubierto una trama perversa de machismo, poder, corrupción y abusos.

Elizabeth Short sólo quería ser famosa. Desgraciadamente, lo logró.

Noticias24 Carabobo

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SourceBBC Mundo
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